Uranio de Marina Arrate, por Eugenia Brito | presentación de poemario por La Joyita Cartonera 13 Junio 2019
El pasado jueves 13 de Junio, se presentó en la Biblioteca de Santiago, el poemario "Uranio" de la poeta chilena Marina Arrate. Este texto, publicado en 1999, se produce y reproduce en formato cartonero, con la mano artística de nuestra casa editorial. Con una ilustración de Julio Nuñez, prólogo de Bárbara Fernández, y el arte de encuadernación de Elizabeth Cárdenas, el libro recobra vida en este año 2019. El afiche fue colaboración de la diseñadora e ilustradora Luz Mariela Díaz.
En la ceremonia realizada en un día muy lluvioso, contó con la presencia de la poeta y crítica literaria Eugenia Brito. Junto a amigos y colaboradores, nos sorprendimos con la presencia de la Premio Nacional de Literatura, Diamela Eltit.
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En la presentación del 13 de Junio, en la Biblioteca de Santiago. De izquierda a derecha: Elizabeth Cárdenas, Marina Arrate, Eugenia Brito, Luz Mariela Díaz y Julio Nuñez (de pie). |
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Ejemplar de "Uranio" 2019, por La Joyita |
A continuación compartimos la presentación que Eugenia Brito escribió para este texto.
URANIO DE MARINA ARRATE. EL DESEO Y LA MUERTE EN EL PAISAJE POSTAPOCALIPTICO DE MARINA ARRATE.
LA JOYITA CARTONERA, 2 edición. Stgo., Chile 2019.
A la manera del artista alemán Carston Holler y de Teresa Margolles, la artista mexicana, quizá de Mario Bellatín, en su Salón de Belleza, este libro que publica la editorial artesanal La Joyita Cartonera, fue editado por LOM; en 1999, es una pregunta por el ser y el absurdo de la habitación cotidiana, en la que se nace, se escribe y se muere. Este, es el cuarto libro de la poeta chilena Marina Arrate, quien emerge en la poesía chilena en los años 80, con su libro Este lujo de Ser alrededor de la década de los 80. Siguieron después: Máscara Negra y Tatuaje, con los cuales se afirma la poética arratiana, barroca y neobarroca, sostenida por la filosofía, la literatura y su historia, el sicoanálisis y las preguntas y los saberes feministas.
Uranio se estructura en tres poemas: “La ciudad muerta”, “El hombre de los lobos” y “El deseo más profundo”. En el primero de ellos, Arrate genera una ciudad fantasmagórica, irreal y barroca, una ciudad que escapa de los márgenes del mundo moderno en que la razón burguesa ha organizado las instituciones, las jerarquías y los sujetos con el fin de articular el espacio de la modernidad. Es decir, un espacio jerarquizado para favorecer el espíritu burgués y para convertir los sujetos en entes productivos y así asegurar la prosperidad de la nación diseñada bajo sus intereses.
La ciudad y sus virtualidades significantes ha funcionado en América Latina como eje metafórico del proyecto moderno, de sus crisis, sus crímenes y los problemas vividos en sus ghettos, suburbios y periferias; la novela se ha albergado en esas grietas y fisuras del proyecto moderno para elaborar allí tanto las épicas de surgimiento y despliegue de los imaginarios ornamentales y propositivos de la vida en la urbe como de las crónicas de la miseria, el desastre y la muerte.
La ciudad arratiana es una ciudad espejo de un bello apocalipsis, un escenario pomposo y destruido, pero cuyos restos son capaces de contener y desplegar la historia cuyo relato toca a su fin: y es la historia del desastre de la modernidad lo que aquí enuncia su poesía, el fin de la razón moderna y de su subjetividad.
En la ciudad no queda nada vivo, sólo se percibe la arquitectura de la tragedia. El sujeto se adentra en el espacio de la muerte, en un lugar que pudiera ser soñado, “el ruin espejo de la ciudad, vacilante entre el rumor aciago y el esplendor carmesí de los yertos edificios". En este espejo, se articula, a la manera de una radiografía, el cuerpo: ya desarticulado en órganos y osamenta, comparece espectacularizante y espectacularizado en la vitrina postmoderna, como vago testimonio de lo que fue y que ahora, ha desaparecido.
El escenario construido por Arrate es sin embargo, lujoso, sublime, dando cita a los escenarios poéticos ya sea de Shakespeare en su Macbeth, en su Hamlet; ambos asediados por fantasmas conocedores de la sangre de los cetros y los mantos reales. Este escenario es un puerto de donde parten barcos con destinos secretos, es una construcción donde arde el licor, la medusa y la lámpara, difuminados en licores rosas, pero desde el cual aún late el deseo y su memoria y el eco de un amor, o de varios amores se entrelaza con serpientes anudadas a las tibias, elevándose por los fémures y emitiendo cáusticos reflejos.
En este poema, Marina Arrate cruza tanto el barroco y el neobarroco, como giro y despliegue del movimiento europeo a América Latina, para cruzarlo con los más modernos giros de la postvanguardia y presentar la nostalgia de un universo ya muerto pero que aparece como memoria de larga data para vestir y desnudar nuevas metáforas, y desatar el cuerpo desde la alegoría. Así, cada una de estas menciones metafóricas: los fantasmas que pasean por la ciudad muerta, y cada uno de las personas y objetos que comparecen en su escenario son citas de un mundo que aún convoca al sentido desde su tiempo hacia el presente abriendo un paisaje de diferentes telas y tesituras.
En esta poesía, la memoria comparece como un cuerpo que articula de manera fragmentaria los rasgos con los que se exhibe la ciudad muerta; así la niebla y los precipicios son puentes rótulas de oscuro destino; y el fémur, por su parte, parece batir como una puerta que estremece la lejanía, de ese modo ese cuerpo constituye un cadáver lujoso y enjoyado que cuenta el apocalipsis; las frases en suspenso que permiten al blanco de la página constituirse como el marco de su significando, evocando a Mallarmé.
El siguiente poema: “El hombre de los lobos”, que cita a la tradición poética, a Rubén Darío, a Manuel Silva Acevedo y Rosabetty Muñoz, pasa por este lobo que corre por los campos, saciando su hambre con lo que pueda, ese lobo jadeante es el hito metafórico desde el que esta poesía se establece como proceso enunciante. Es un lobo freudiano, que sueña con la madre y el viento. El lobo no es otra cosa que el ser humano que desea y que es a la vez esclavo del objeto escurridizo y cambiante del deseo.
Y es allí donde acaece la nostalgia; en la fuga del deseo que siempre pide más al cuerpo, un ser ya ahíto en un proceso feroz e inextinguible: "¿Nunca más los anillos de este reino oscuro/ el hambre, la sed/el júbilo de mis hermanos salvajes/ oteando las lejanías/ el estremecimiento, el espasmo/ de las noches estáticas/ el esplendor de las cacerías sangrientas,/ estruendo que había y tinieblas?"
“Así he llegado al fin/ a enterrar a mis muertos.”, dice la escritura. El poema habla de un duelo nacional, un duelo no sólo de la mujer que escribe ese poema, sino de un hito religioso, histórico, fundamental: de una memoria , de un poema, de un ser al que se pertenece y se vuelve, en un gesto simbólico y político. “He llegado al fin a enterrar a mis muertos" dice, bajo todo ese URANIO carnal y metafórico, flamígero y untuoso, pero también desgarrado y en ascuas.
“He llegado al fin" dice "a enterrar a mis muertos.”. Y a perdonar, sin dejar de beber “en lo oscuro y secreto”, siendo de cierta manera una loba que clama justicia y redención; una oveja que alguna vez como toda subalterna ha sido devorada y consumida por los lobos de esta selva. Metálica y feroz.
"El deseo más profundo", el poema final que cierra el texto otorga una cierta calma a la sujeto, es un poema de amor, en que la pasión fluye como alimento de los cuerpos, y tuviera el poder de convocar la totalidad del ser en un solo radio, lo cual sucede antes de la llegada del caos: "los pájaros de la imposible extensión”.
Como dice Leonidas Rubio, en su análisis de la poesía de Marina Arrate, hay tres sentidos del nombre Uranio, el planeta, el Dios y el metal. El lenguaje es polisémico por cierto, a veces busca lo sagrado, en otras lo absurdo y también lo irónico y crítico y lo carnavalesco. Así es, Arrate fija sus galas lingüísticas y su estética de múltiple y exuberante gesto en este vanitas postmoderno y sutil que ha llegado a su segunda edición en el proyecto estético de La Joyita Cartonera.
Eugenia Brito
Junio de 2019
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