Quería volver a Santiago Waria & Santiago Rabia, libro que publicamos en diciembre de 2016, perteneciente a la poeta Elvira Hernández (quien fuera postulante al premio nacional de literatura 2016 junto a Carmen Berenguer y otro grupo selecto de poetas nacionales).
La primera vez que leí La Bandera de Chile, escrito por la poeta, en 1991 (véase Memoria Chilena), me llamó profundamente la atención la fuerza y lo experimental de su texto. De hecho me pareció que la poeta nacida en Lebu en 1951, se salía de su generación para volverse un ícono atemporal de la poesía chilena. Tuve entonces la idea de que dicho texto debía ponerse en circulación en este formato "cartonero", y llegar a manos de las nuevas generaciones de lectores que consiguen estos libros.
Cuando la conocí en persona y hablamos de nuestro proyecto, ella quizo de inmediato participar, y crear algo nuevo. Esto nos dejó más que felices, y luego empezamos a prepararnos para este proyecto. Por cierto Elvira Hernández ha sido muy generosa, comprometida y respetuosa en los tiempos que estimamos para completar esta publicación, y coordinar además que Bárbara Fernández -quien prologa dicho texto- estuviera en Chile para su lanzamiento.
El texto inédito preparado por Elvira Hernández, Santiago Rabia, se junta con el poema "S" de Santiago Waria, publicado en 1992. Ambos textos se enfrentan en este libro cartonero, reactualizando lo que la hablante mostraba en Santiago Waria. Chile cambió ciertamente en 24 años, pero hay algo que da indicios de que Chile en las raíces sigue siendo igual, que este cambio es superficial. Habla acerca de los ghettos urbanos, de la fascinación del chileno por el mall, de la pobreza marginal en la ciudad y la pobreza interior. Claro esta es una visión personal.
Bárbara en su prólogo lo aborda desde el punto de vista político. Y aquí puedo agregar que siendo Elvira Hernández, María Teresa Adriazola, académica y estudiosa, una ciudadana preocupada y de bajo perfil, la forma en que Elvira Hernandez realiza una crítica y a la vez autocrítica a esta imagen del ciudadano común producto del sistema económico, individualista, que oculta sus carencias detrás de las apariencias; también muestra su desconfianza a un sistema en el que inmersos tanto se olvida de nosotros y nos coarta. En esta imagen el río Mapocho y los barrios, nos contienen, con su basura, sus costumbres, sus nuevos habitantes y sus nuevas costumbres -inmigrantes-; sus viejos habitantes y sus viejas costumbres -clasismo, desconfianza, desinterés-.
Si bien parece que no hay escape, la única forma en que se puede salvar nuestra alma de este vacío, es a través del contacto con el otro. Asumir un desarraigo, asumir que la transición ha durado demasiado porque para la política de ficción actual, no hay radicalismos que lleven a un cambio prometido. Hay pactos que se sospechan, cosas que se mantienen tal cual debido a intereses que no tienen que ver con nosotros...
Capturada un poco por el sentido de oráculo presente entre las poetas cada vez que tengo la oportunidad de participar en lecturas, sin fatalismos eso sí, también siento que hay algo que se está fraguando a nivel latinoamericano. Un efecto reactivo talvez a la famosa globalización que pretendía hacernos creer que todos en todos lados éramos lo mismo. Si bien la comunicación global colabora a saber que nos sucede en nuestras islas, reconocer que nuestras raíces (o nuestros desarraigos) nos hacen ser como somos, tiene más sentido desde mi localidad recibir al mundo para verlo y mirarlo. Pero es bien sabido que para la mayoría, todo lo que proviene de Europa o EEUU es algo mejor. Hay que estar atentos cada día a esta propia trampa. FIN
Por Elizabeth Cárdenas Texto y Collage
Directora Creativa La Joyita
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