“Siempre se trató de dar el paso en falso
hacia la derecha de la página”.
Por Victoria R. Llera
En el proceso de
escribir poesía conviven dos aspectos paralelos: uno que involucra el qué se quiere
decir, la conceptualización poética de una idea con miras a la construcción de
un mundo y un lenguaje propio, y otro que tiene que ver con el ejercicio físico
mismo, ese donde la palabra se vuelve mancha sobre el papel y desciende, cae
tan libre como el poeta lo permita, atravesando la hoja con cada verso que
configura ese pequeño universo creado. Heroína, de Eliza Adonis, es la perfecta
metáfora de ese segundo aspecto: su recorrido poético está inspirado en la
aventura de Amelia Earthart, la avezada aviadora que intentó dar la vuelta al
mundo siguiendo la línea del Ecuador, y cuyo destino es todavía un fascinante
misterio.
El corpus
poético de Adonis comienza en la caída del Electra y hace propia la voz de
Amelia, quien aterriza finalmente en territorios aún más desconocidos, esos
donde la heroína cavila acerca de las complejidades de conectar con la otredad,
del sentido de lograr una conexión con el otro o la necesidad de mantenerse
volando incluso a riesgo de caer al vacío, a las honduras donde sólo pueda
encontrarse la muerte, o quizá peor, la soledad.
“Amelia, ¿de qué
te sirve volar?”. La pregunta aparece cuando la aviadora, piloteando el
Electra, reflexiona sobre la posibilidad de permanecer toda la vida sola, de
dormir toda la vida sola en una cabina que está hecha un desastre, y persevera
en la aventura. El hablante lírico en Heroína no despega hacia las alturas de
lo sublime, no pretende alcanzar un estado de gloria o inscribirse en la
historia como responsable de una gran hazaña, por el contrario, sabe que la
vida es un viaje “de vacío en vacío” donde puede ser devorada por un territorio
imaginario, donde sólo saltando hacia lo desconocido se puede disipar la
amargura del corazón anclado en la tierra.
Hay en la poesía
de Eliza Adonis una construcción de mundo a partir de un misterio no resuelto,
que ella moldea a través del lenguaje para dar vida a su propia respuesta. En
Heroína, la autora asume la responsabilidad poética de hacer aparecer aquello
que falta en el mundo, así como Huidobro exhortaba a no cantar a la rosa, sino
a hacerla florecer en el poema, y lo hace tan bien que podemos verla, después
de la caída, levantándose en el lugar de Amelia, sacudiéndose el polvo de la
caída, para hacer aparecer a una nueva heroína y hasta una visión de dios,
“pegado al sueño parcial / atado a esas otras ficciones/ que nada tienen que
ver con la travesía”. Vuelvo a Huidobro: así como Altazor cayó con su
paracaídas para mostrarnos una travesía poética sin referente, Heroína se lanza
al vacío sin más artículo de seguridad que la palabra. “Al final de todo viaje
/ sólo nos quedan las palabras / bailando / rotas y lúcidas”.
Victoria R. Llera.
Escritora por vocación, periodista de profesión. Autora de “Juntas y Revueltas” con Liz Gallegos, fundadora del grupo literario Sociedad Folla(G) e incesante lectora.
Ilustración: Elizabeth Cárdenas
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